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Los antiguos conocían los problemas asociados con el consumo excesivo de alcohol y buscar proteger a sus sociedades de los efectos enfermizos del alcohol. El consumo excesivo era desanimado en la antigua Grecia, donde se volvió hábito beber vino diluido – tres partes de ahua y una parte de vino. Beber vino sin diluir o embriagarse fueron conductas atribuídas a los bárbaros (Nencini P. 1997, Subst Use Misuse, 32(1): 89-96). En las Leyes de Platón, el filósofo griego del siglo V señaló la conducta apropiada en cuanto al alcohol. Beber alcohol era prohibido a los menores de 18, como “una precaución contra la excitabilidad de la juventud.” Beber en forma moderada fue permitido entre los 18 y los 30, sin restricciones después de los 40 (Plato, The Laws, Book II).
A la mitad de la vida, los médicos inician por describir patologías específicas que resultan de la ingesta excesiva de alcohol. Muhammad Rhazes, un médico persa del siglo IX DC, notó que la embriaguez regular podría resultar en delirio, hemiplejía, muerte súbita y muchas otras enfermedades. En el siglo XI DC, Simeon Seth, un médico en Constantinopla, escribió que beber vino en exceso causaba inflamación del hígado (Sournia J.C. 1990, A History of Alcoholism).